“Uno debe ser siempre un poco
improbable.”
Oscar Wilde
Los locos no nos cansamos de mirar al cielo
en busca de un encuentro con la Luna, con una estrella fugaz o un arcoíris.
Peleamos con ardor la guerra de nuestros
sueños,
escuchamos la música con los oídos del
alma y bailamos con los pies descalzos aún en medio del dolor.
Los locos amamos con intensidad y besamos como
si se nos acabara la vida;
como niños, nos gusta ponerle nombre a las
figuras que forman las nubes,
y nos reímos casi de todo.
Los locos amamos el mar, el color de los
atardeceres y la belleza de las flores.
A veces también sentimos de más y nos
ahogamos en diminutos vasitos de agua,
hay veces en las que escribimos para
soltar los momentos difíciles,
lloramos de felicidad,
creemos en utopías y caminamos junto a
ellas,
tenemos como brújula las rutas que
emprenden las mariposas de colores.
Locos y todo, pero no estamos hechos para
el odio,
sentimos rabia, pero con un gesto de
ternura, se evapora.
Nos dejamos la piel en cada abrazo,
encontramos felicidad en cosas que parecen
absurdas;
armamos barquitos de papel que ponemos a
viajar a través de los océanos que forma el agua de lluvia en las calles.
Los locos también pecamos de inocentes, de crédulos, viajamos sin cinturón de seguridad y a toda velocidad por las congestionadas autopistas de la vida
y
Cuando el dolor nos toca, nuestra locura le da la mano y siempre encuentra la manera de convertirlo a nuestro bando como el mejor de los aliados.
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