Te me saliste del corazón, sin bulla, sin los tropeles, portazos y lamentos propios de los adioses. Te me saliste de la misma forma en que entraste: burlaste mis defensas, trepaste, corriste, hiciste y deshiciste… Y yo ni cuenta me di. Pero es mejor así: sin dolor, sin culpas, sin drama, sin guiones cliché de tristeza. Ahora camino liviana, sobrepuesta, un poco más feliz. Camino sin el maldito miedo de encontrarme un día contigo y no poder impedir la palidez mortecina con la que se arropaban mis labios ante la inminencia de un encuentro imprevisto. Camino libre, sabiéndome despojada de los afanes por saber quién ocupa tu cama y tu cuerpo. Te me saliste del corazón, y este amor callado, cansado y atípico bate sus manos en señal de despedida, y se disipa ante la mirada de alivio y esperanza de unos ojos que desde ese instante empiezan a vislumbrar un magnífico horizonte, uno con otras formas, otras curvas, otros colore
“Y la poesía es eso que nos asombra y nos nombra, que nos taladra las sienes como un balazo.” Raúl Gómez Jattin