¿Cómo este recinto de tejidos, carne y huesos es capaz de guardar el miedo, el odio, la tristeza, la esperanza, la ilusión, el amor? ¿Por qué siento lo que siento? ¿Por qué simplemente no pude moldearme a mi gusto? ¿Por qué no puedo ser mi propio Dios? ¿Por qué no puedo apagarme cuando lo deseo? Silenciar mis latidos y migrar a la nada. ¿Qué motivos tiene el dolor? ¿Por qué se ensaña conmigo la empatía con la soledad? ¿Por qué no logro vislumbrar el momento en el que broté del barro y escogí venir a un lodazal peor? Mi lengua experimenta el sabor de la sangre, creo que son las ilusiones rotas que se han cortado en un intento desesperado por salir de mí… y también es el peso insostenible de ser, que revienta las arterias principales y desangra el minúsculo pedazo de vida que soy. Deambulo entre la incertidumbre, contadas veces me abrazan las aceras del sosiego. ¿Qué será de esta flor casi marchita en el día de mañana? ¿Morirá? ¿Seguirá
“Y la poesía es eso que nos asombra y nos nombra, que nos taladra las sienes como un balazo.” Raúl Gómez Jattin