Quisiera que de aquí a la inocencia sólo existiera un pestañeo de distancia. Quisiera estar brincando de alegría en aquellos tiempos donde los tonos fuertes eran los dueños indestronables de la atención de mis ojos. Quisiera mirar el mundo con la dulce ignorancia con la que lo hace un recién llegado a la vida; sonreír porque sí y sonreír porque no, sonreír con tal rebeldía mirando una figura invisible hecha del aire de algún punto de la creación. Quisiera llorar porque sí y porque no, llorar mientras me río, y reír mientras lloro. Quisiera regresar a aquel estado donde los sueños no se contaminan con la cruda realidad, y hacer inmortal el legado de las pequeñas cosas. Quisiera verme de nuevo en aquellos tiernos años, mientras descubría el mundo y el mundo me descubría a mí, en esos años donde el más anhelado trofeo era un chapuzón de agua lluvia. Quisiera trasladar mi realidad a aquella realidad en la que había nulidad de decepciones y
“Y la poesía es eso que nos asombra y nos nombra, que nos taladra las sienes como un balazo.” Raúl Gómez Jattin