Llueve a cántaros,
el día tiene un aspecto
bastante gris,
el canto dulce de los
pájaros
se disipa con cada gota
de lluvia que cae sobre esta mañana.
Los carros transitan
sin ganas,
arrastrando consigo las
aguas sucias
y los pesares de
quienes van al volante.
Llueve a cántaros,
y yo me arrastro por una vía en la que no hay
risas,
sólo caras mutiladas y
deformes.
Las flores son las
únicas que aparentan felicidad,
los colores brillantes que
forja el agua en ellas
las vuelve lírica en el
estado más puro.
Llueve a cántaros,
y aunque escampe,
dentro de mí seguirá lloviendo,
caerá mucha más agua
que en la atmósfera externa,
agua que vendrá con
nieve,
con ácidos,
con tormenta eléctrica,
con vientos destructores,
rebosando los túneles
oscuros de la memoria y del dolor.
Seguirá lloviendo
dentro de mí
con pronóstico
indefinido.
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