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No pasa nada




Abres la puerta intempestivamente, como de costumbre, y me sorprendes ahí sentada en la cama, con la sábana cubriendo mi piel hasta las axilas. Y descubres un montón de lágrimas azules que iluminan la habitación y se van regando por mi cara, trazando rutas que van a parar a mis hombros y mis brazos.
Me preguntas: - ¿Qué pasa? ¿Qué tienes?
Y yo respondo con voz opacada y moribunda: -NADA, no pasa nada, no tengo nada.

NADA= pasa que, aunque reuniera todas las palabras para explicarte lo que me pasa, nunca podrías entenderlo, no podrías porque no eres yo, no puedes ponerte en mis zapatos, no puedes sentir lo que mi corazón siente, no puedes ver lo que yo veo, no puedes traducir mi dolor a tu propio lenguaje, algo tan sencillo y obvio como eso.
Pasa que no puedo evitar sentir el miedo que se extiende desde la punta de los pies y camina destrozando cada nervio y cada ilusión.
Pasa ELLA.
Pasa que no puedo hacer que me quiera,
y pasa que tengo pavor de que acabe sin siquiera haber empezado.
Pasa ELLA con sus ojos y su voz.
Pasa que, este mundo y esta vida, me quedan angostos en extremo, o quizá soy yo demasiado pequeña para ellos,
pasa que nada pasa
y pasa que pasa todo.
Pasa ELLA con su boca perfecta y con su aroma a café por la mañana.
Pasa que no puedo controlar lo que soy y lo que siento,
pasa que me di cuenta que la vida es nada y es todo,
pasa que soy un desastre.
Pasa ELLA con su sonrisa que me recuerda a los días felices de diciembre.
Pasa que este mundo, es el mundo de todos, menos el mío,
pasa que vivo exiliada de mis propios pensamientos, porque los ocupa un caballo de Troya con figura de ángel y vocación de diosa.
Nada, no pasa nada.
Pasa ELLA.
Paso yo (así en minúsculas).

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