¿Cómo este recinto de tejidos, carne y
huesos es capaz de guardar el miedo, el odio, la tristeza, la esperanza, la
ilusión, el amor?
¿Por qué siento lo que siento?
¿Por qué simplemente no pude moldearme a
mi gusto?
¿Por qué no puedo ser mi propio Dios?
¿Por qué no puedo apagarme cuando lo
deseo?
Silenciar mis latidos y migrar a la nada.
¿Qué motivos tiene el dolor?
¿Por qué se ensaña conmigo la empatía con
la soledad?
¿Por qué no logro vislumbrar el momento en
el que broté del barro y escogí venir a un lodazal peor?
Mi lengua experimenta el sabor de la
sangre, creo que son las ilusiones rotas que se han cortado en un intento
desesperado por salir de mí… y también es el peso insostenible de ser, que
revienta las arterias principales y desangra el minúsculo pedazo de vida que
soy.
Deambulo entre la incertidumbre, contadas
veces me abrazan las aceras del sosiego.
¿Qué será de esta flor casi marchita en el
día de mañana? ¿Morirá? ¿Seguirá la agonía que no escogió padecer? ¿Encontrará
alguna respuesta del ser al que clama en medio de su locura? ¿Se volverá por
fin su corazón de piedra? ¿Alcanzará algún día el nirvana? ¿Logrará convertirse
en la puta pieza que completa el rompecabezas de la normalidad?
A
esta hora todo es incierto. A esta hora sólo transitan en el aire oscuro los
espíritus grises de la desesperanza y reina el silencio aplastador del vacío.
Ruego al sueño que llegue y libre su
batalla, que me libere por fin de esta realidad, aunque sea por unas cuantas
horas.
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