“Una verdad que se queda entre casa.
Una sirena que nadie ha escuchado.
Un temblor imperceptible.”
Roberto Mascaró
“Si
aún es todavía
-hoy
me pregunto sin exclamaciones-
(el
corazón apenas ni se entera)
¿Cómo
es posible que el amor se muera sin dar razones?
Cuánto
recuerdo.
Te
puedo recontar toda la historia
sin
que mi corazón se desespere.
Pero,
¿Cómo es posible, si el amor se muere, que viva en la memoria?”
Hjalmar Flax
Donde quiera que te encuentres hoy, esto es para ti. Espero que algún día,
no importa si es hoy o dentro de millones de años, tu corazón lea esto.
Estas son las palabras que siempre quise decirte y que nunca tuve el
coraje, nunca tuve al chance, nunca, nunca…
Le doy gracias a tus ojos y a tus manos por descubrir ante mí la cara del
amor, por enseñarme sin interés alguno, el significado y las implicaciones de
enamorarse, pero no de un cuerpo, sino del alma. Por revelarme el misterio más hermoso
y darme la oportunidad de vivirlo con cada sentido.
Te amé.
Espero que te sirva, así sea de mínimo consuelo, por todas las veces en las
que sentiste que nadie te quería. Por todas las veces en las que tus preciosos
ojos cumplieron la función para la cual nadie quiere ocuparlos: llorar de
tristeza, rabia o dolor. Por todas las veces en las que te sentiste sola e
incomprendida. Por todas las veces en las que me quisiste y no pudiste decírmelo.
Te amé.
Durante muchos días tu recuerdo fue motivo de oscuridades, de tormento y
desespero y, otras veces, fue la causa de las más dulces felicidades.
Te amé sin tenerte. Te amé sabiéndote unida a la vida de alguien más. Te
amé sabiéndote a una imposibilidad de estar junto a mí. Te amé como aman los
imbéciles, los ingenuos, los románticos: en silencio y viendo desde el palco más
lejano cada pequeño detalle de tu vida.
Te amé sintiendo pena por las dos, porque no hay peor miseria, ni tristeza
más magna que la que atravesamos tú y yo, que, aún amándonos sin explicación y
con gran intensidad, jamás pudimos ser.
Te amé y durante mucho tiempo me doliste, me doliste como duelen las heridas
y los golpes que se hurgan una y otra vez.
Moriste en mí por largos períodos de tiempo, pero también es verdad que
resucitaste en tiempos el triple de largos.
Todavía siento el ardor de los besos que nunca nos dimos y aún me imagino
aquel lugar y aquella cama en la que nunca se consumó nuestra pasión.
El tiempo hizo de las suyas. Levantó un muro gigantesco entre nuestras
vidas, eliminó el punto de intersección de nuestros caminos; jugó la ruleta
rusa utilizando nuestros corazones y nuestros destinos como la cabeza que
recibiría el tiro de gracia.
Hoy seguimos rutas distintas. No fuimos merecedoras del premio de
consolación: ni en sueños se volvieron a cruzar nuestras miradas, nuestros
gestos o palabras.
El tiempo hizo de las suyas. Ya no me dueles. Me atrevería a decir que, en
este presente, ya no te amo, o que por lo menos, ese amor se transformó, cumplió
su ciclo de vida, como lo hacen todos los seres mortales que habitan esta
materia azul suspendida en el firmamento, en la fría nada.
Después de un dolor intenso, después de un huracán devastador, sólo queda
el sonido de la nada y eso exactamente fue lo que nos ocurrió.
Mis oraciones fueron escuchadas, la ardiente llama se apagó y las cenizas
desaparecieron. Ya soy libre de ti. No hay siquiera tristeza, o una lágrima de
pesar, ya no hay nada.
Las pulsaciones de este amor ya no son perceptibles, descendieron a cero, es
declarado muerto y sólo lo noto hasta el día de hoy.
Ahora reafirmo lo que dicen por ahí: “entre más se persiguen las cosas, más
esquivas y lejanas se vuelven”, mi obsesión era olvidarte, era lo único que
ocupaba mis pensamientos, gasté mucha vida sin conseguirlo; ahora que lo logro,
no puedo precisar el momento exacto en el que pasó, pero supongo que ya no
importa.
Así que ha llegado el momento de decirte hasta siempre,
de darte gracias por inspirar la poesía, por SER la poesía.
Me despido de ti, le digo adiós a cada sentimiento que tu mirada construyó
en mí.
Me despido de ti, deseándote el mismo amor que alguna vez sentimos,
queriendo que cada semilla que brote de ti, dé tanto fruto como en algún pasado,
ya casi extraviado en la memoria, lo dio en mí.
Te amé.
Te amé mucho.
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