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2020

 

“Hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora. Y ahora, ahora es el momento de cumplir las promesas que nos hicimos. Porque ayer no lo hicimos, porque mañana es tarde. Ahora.”


Antonio Machado


Escribo estas líneas bajo la influencia de la melancolía que me genera escuchar “La gata bajo la lluvia” en la voz de Mon Laferte. Llevo varios días sin dormir y en el día de hoy decidí dejar de hacerle estorbo a la cama y salir a “hacer por la vida”, lo que me trae a esta esta hoja y a esta tinta forjadas a punta de ceros y unos.

 Recuerdo con nostalgia y anhelo la última vez que mis pies sintieron la arena tibia de la playa, esa última vez en que mi cuerpo entero fue acariciado por el vaivén de las olas; hacen ya 7 meses de eso, los mismos que tiene nuestra historia reciente de haber sido partida en dos, en el sentido más literal que pueda haber.

Es increíble cómo todo un sistema mundial de creencias, comportamientos y costumbres, se viene abajo a causa de una amenaza de contextura microscópica. En este presente somos una película de ciencia que ya no es tan ficción.

 Los días de cuarentena, de ley seca, de toque de queda, lo obligan a uno a hacer algo que cuesta demasiado: a encontrarse con uno mismo.

La soledad y el silencio que traen como consecuencia las calles sin el bullicio de la gente y el transporte, dejan a nuestros oídos y a nuestro corazón libres para poder, por fin, escuchar otro tipo de bullicio, otro tipo de ruido, otro tipo de caos: el que proviene de las entrañas de nuestra alma.

 En mi encuentro conmigo misma desempolvé algunas verdades, descubrí otras y desaprendí alguna que otra mentira.

Este será un año inolvidable para mí, no sólo por lo que causó la pandemia, sino por los pequeños milagros que tuvieron lugar en mi vida y por todas las lecciones que aprendí, que sigo y seguiré aprendiendo.

Estos milagros y lecciones de los que hablo se resumen en una sola palabra:

A M O R

 En primer lugar, el amor propio, para verme en el espejo y amar esa boca, esos dientes grandes, esos labios gruesos de los que, en gran parte de mi adolescencia y vida adulta me avergoncé muchísimo: me cubría para poder reírme a gusto.

Amor propio para abrazar esta estatura pequeña, que quise ocultar, de manera penosamente fallida, haciendo constar en mi documento de identidad 4 centímetros de mentira.

Amor propio, para reconocerme imperfecta, para reconocerme el no-centro del universo de los demás, pero sí el centro de la mía. Para aceptar que no tengo que gustarle a todo el mundo y que la vida no termina por ello.

Amor propio para perdonarme, aunque sé que cuesta millones y millones de veces más que subir una montaña muy empinada mil veces. ¡Sí! Cuesta mucho perdonarse a sí mismo por las ofensas perpetradas en contra de uno mismo, por las ofensas cometidas contra los demás y por aquellas ofensas que, a conciencia, dejamos que los demás cometan contra nosotros sin defendernos y permitiendo que sigan ocurriendo.

Lo que más cuesta, según mi vivencia personal, es el perdón hacia uno mismo por el daño hecho a otros: por las palabras y acciones proferidas que insultaron y destruyeron una relación por siempre. Ese es el perdón que es más difícil concederse, porque descubres el lado negativo de ti, uno con el que nunca hubieras querido encontrarte. También ese el arrepentimiento más perro de todos, el de saberte causa del dolor y las lágrimas de otro.

 El amor implica hacer un esfuerzo por entender que todo lo que sucede, aunque a nuestros ojos parezca malo, es bueno. Bueno para crecer, para madurar, para ser una mejor persona, para evolucionar.

El amor también lleva a la conclusión de que las acciones negativas con las que atacamos a los demás nos dañan a nosotros mismos, por eso, cuando somos felices con nuestra realidad, no criticamos a nadie, por el contrario, deseamos la misma felicidad a los otros.

 Estos tiempos me permitieron comprobar que el amor de una madre es inigualable, no hay nada más noble, incondicional y loable sobre esta Tierra. Un amor con lazos tan fuertes, que son irrompibles, ni la muerte puede deshacerlos. Estoy segura que este tipo de sentimiento es la materia prima del universo.

Me consta que el amor de los hermanos, de los sobrinos y de los amigos, es bendito, nos alegra la vida, nos brinda apoyo en los momentos duros y nos hace crecer para bien.

De alguna manera el dolor físico y el dolor no físico, nos afilan la vista y la conciencia, nos permiten darnos cuenta y reflexionar en el montón de certezas que se mueven a lo largo y ancho de nuestro mundo, de nuestra vida y que cargan una belleza que, aunque sencilla, no tiene comparación.

 

He aquí alguna de esas verdades, MIS VERDADES:

 

 

1.    No hay una lágrima más sincera que aquella que nos viene de escuchar una canción y evocar personas, momentos vividos, palabras dichas.

 

2.    El arte tiene el poder de sanar nuestras dolencias físicas y espirituales, nos ayuda a olvidar el pesar por las cosas que no pudieron ser y nos da el impulso y el ánimo para seguir soñando.

 

3.    Soñar y mirar al cielo son dos placeres que nadie nos puede arrebatar, provenimos de las estrellas, por eso, verlas no da la certeza de que venimos de lo alto, somos inmensos y tenemos el poder de transformar nuestro mundo interior.

 

4.    La intuición es real.

 

5.    La locura y la risa nos permiten soportar los momentos más duros de la vida.

 

6.    Todos los encuentros están pactados desde siempre. Todas las personas con las que nos cruzamos, están escritas en nuestro destino y lo más bonito que podemos hacer es rendirnos a las enseñanzas y lecciones que nos traen esos encuentros, sean fugaces o duraderos.

 

7.    Hay mucha magia dentro de nosotros, hay que aprender a querernos para poder ser capaces de verla y experimentarla.

 

8.    Todo lo que uno da siempre regresa, bueno y malo. La ley del karma es tan real como la gravedad que rige nuestro planeta.

 

9.    Escribir sana.

 

10. La mezcla de palabras que da origen a la poesía, es una poción mágica, también tiene poderes curativos.

 

11. Las causalidades bonitas existen. Hay historias inesperadas que cambian el curso de la vida.

 

12. Lo opuesto al amor es el miedo.

 

13. Se experimenta felicidad plena al dar a los demás de corazón, antes que en recibir de los demás.

 

14. La ley de la atracción es real.

 

15. Algunas cosas pasan por algo y por algo no pasan algunas cosas, aunque duelan en el alma.

 

16. Las cosas que anhelamos con todo nuestro ser llegan cuando menos lo esperamos.

 

17. La esperanza es inmortal.

 

18. En la tristeza también hay belleza.

 

19. El amor todo lo-cura.

 

20. El ahora es lo único que tenemos, hay que agradecer por el hoy, aunque sea doloroso.

 

21. La vida es divina, pero frágil. No importa la cantidad de años que vivamos en esta tierra y todos los recuerdos construidos, ante la muerte, da la impresión de que son nada.  

 

22. Entre más queja, más dolor. Entre más agradecimiento, más abundancia.

 

23. No nos vamos de este mundo sin antes ser o hacer lo que tanto habíamos criticado.

 

24. Hay historias que se acaban y la vida no se detiene por ello.

 

25. Todos somos justos y pecadores.

 

26. En la lista de las cosas más costosas en la vida, está el autoperdón y esa calidad de costoso es precisamente lo que hace que, cuando se tiene el valor de invertir en él, a pesar de las caídas diarias, el efecto positivo sea duradero.

 

27. Ser consciente de la propia oscuridad, asusta, pero es necesario para poder sacar la luz a flote.

 

28. Los gatos son lo mejor del mundo.

 

29. El espíritu, el alma, tienen una elasticidad impresionante, una elasticidad divina, que me hizo levantarme de la cama aun cuando no tenía ganas y sonreír en los días más tristes y tener la esperanza de construir una versión mejorada de mí misma.

 

30. ¡Gracias a la vida, que me ha dado tanto!



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