Los
años bisiestos son una estafa, al menos así lo siento yo,
con
ellos nos hicieron creer que tenemos un día más,
cuando
es todo lo contrario.
La
abuela siempre lo ha dicho y alguien más acaba de confirmármelo:
los años con un día de más, traen
tragedias,
tragedias diminutas,
tragedias descomunales,
tragedias que se visten de sangre,
tragedias que toman vidas repletas de la
dulce savia de los sueños.
Aparentemente al sol le dio amnesia,
se le olvidó iluminar los cerebros de
aquellos que votaron por la tiranía
y se arrodillaron ante la herejía de la
Edad Media,
que reabre sus podridas y malditas
puertas en pleno siglo XXI.
Los huracanes y terremotos le dieron un derechazo
magistral a la cara blanquiazul de la Tierra,
los irreverentes dispararon su odio envuelto
en pequeños cilindros de acero,
que destruyeron miles y millones de
órganos internos, todos ellos inocentes;
varias epidemias se tomaron la sangre
humana, la violentaron como lo hacen los más temidos dictadores.
Las mentes de los intolerantes y
prejuiciosos se volvieron más musculosas,
sus corazones alcanzaron un grado de
dureza que no se puede medir con precisión.
El rencor hizo de las suyas, y con
trampas, tuvo una gran victoria:
exterminó el futuro, cercenó de tajo una
enorme masa de esperanzas y sonrisas.
Y surgen nuevas evidencias:
los aviones se precipitan hacia sus
inexorables destinos
dejando el verde de las montañas, los
azules del cielo y del mar, cubiertos de las ilusiones magulladas y moribundas
de multitudes de otras latitudes;
la niñez encuentra una muerte temprana,
como macabro regalo de las manos que deberían cuidarla;
incluso la navidad es menos navidad.
Y como los anteriores, sobran los
acontecimientos que sustentan esta terrible teoría,
la abuela siempre lo ha dicho…
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