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Encuéntrame




Encuéntrame allí, en un lugar que no tiene fin 
y a una hora en la que nuestro amor no tiene censura, 
en el último pensamiento que te dediqué, 
en el rojo de la pasión que hace latir mi vida 
y en el azul de los sueños que me empujan hacia ti.

Encuéntrame en la última palabra que me dijiste, 
en aquella tarjetita que me diste 
y que ni siquiera el paso del tiempo ha podido destruir; 
en el blanco y el rosado de este cielo que con esperanza contemplo, 
esperando que lo veas y te venga algún recuerdo de mí.

Encuéntrame en el paisaje cautivador que ofrecen tus ojos, 
tus cejas y tus pestañas,
en la sonrisa que me dieron tus labios 
y que acabó para siempre con mi tranquilidad,
en el irisado que seguramente irradia mi cuerpo 
cada vez que tu cara que posa en mi memoria.

Encuéntrame en la mirada de esa luna, 
que aunque gris, 
se alegra tanto cada vez que le pregunto por ti,
en la brisa que por momentos se convierte en mis manos 
y acaricia tu pelo de dos colores con suavidad,
en ese pequeño cosquilleo que sientes detrás de tu oreja 
mientras te dibujo en mis amaneceres.

Encuéntrame en la vez que tus manos abrazaron las mías, 
en aquel día en que me mirabas mientras yo, distraída, 
soñaba con cúmulos de imposibles;
en los hoyuelos con los que finaliza tu espalda 
y en el perfume que deja tu ser al pasar por mi lado.

Encuéntrame en el frío que sientes en la punta de tu nariz, 
en el calor que riega tu cuerpo por la mañana; 
en las madrugadas en las que no puedas dormir 
y en los días en los que no quieras levantarte de la cama.

Encuéntrame en cada papel en el que veas pintado un corazón.
Encuéntrame, vida mía, 
más allá del amor, 
más allá de las horas que se consumen 
sin importar lo que hagamos para detenerlas, 
más allá de mi respiración 
y de los latidos de este cuerpo que colonizaste para siempre.

Encuéntrame más allá de todas esas cosas que tienen fin, 
más allá de todo aquello que es pasajero, 
más allá de la razón, 
más allá del olvido, 
más allá de las palabras.
Encuéntrame cada vez que asomes tu rostro al espejo y veas tu mirada, 
porque allí es donde habito clandestina 
y silenciosamente desde que te vi por primera vez.

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